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23 Respondió Jesús y le dijo:

—El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 »Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.

27 »La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. 28 Habéis oído que yo os he dicho: “Voy, y vuelvo a vosotros.” Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo. 29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis.

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El paralítico de Betesda

Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:

—¿Quieres ser sano?

El enfermo le respondió:

—Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo.

Jesús le dijo:

—Levántate, toma tu camilla y anda.

Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo. Era sábado aquel día.

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Una noche, Pablo tuvo una visión. Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.» 10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciáramos el evangelio.

Encarcelados en Filipos

11 Zarpando, pues, de Troas, navegamos directamente a Samotracia, el día siguiente a Neápolis 12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia. Estuvimos en aquella ciudad algunos días. 13 Un sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración. Nos sentamos y hablamos a las mujeres que se habían reunido. 14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo. El Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía, 15 y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó diciendo:

—Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, hospedaos en mi casa.

Y nos obligó a quedarnos.

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Exhortación a las naciones, para que alaben a Dios

Al músico principal; en Neginot. Salmo. Cántico

67 Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga;
haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah
para que tu camino sea conocido en la tierra,
y en todas las naciones tu salvación.
    ¡Alábente, Dios, los pueblos,
    todos los pueblos te alaben!

Alégrense y gócense las naciones,
porque juzgarás los pueblos con equidad
y pastorearás las naciones en la tierra. Selah
    ¡Alábente, Dios, los pueblos;
    todos los pueblos te alaben!

La tierra dará su fruto;
nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.
Bendíganos Dios
y témanlo todos los términos de la tierra.

10 Me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto y me mostró la gran ciudad, la santa Jerusalén, que descendía del cielo de parte de Dios.

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22 En ella no vi templo, porque el Señor Dios Todopoderoso es su templo, y el Cordero. 23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera. 24 Las naciones que hayan sido salvas andarán a la luz de ella y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella. 25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. 27 No entrará en ella ninguna cosa impura o que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

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22 Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán, verán su rostro y su nombre estará en sus frentes. Allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos.

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